Entre los temas de literatura/cultura, hablaremos del papel de la mujer en la sociedad y de su evolución a partir del siglo XIX hasta nuestros días.
Para empezar, os aconsejo leer este texto de Rosa Montero, la introducción a «Historias de Mujeres», publicado en 1995.
La_vida_invisible_Rosa_MOntero
Aquí tenéis también una comprensión de lectura para reflexionar sobre el texto.
Comprensión de lectura_introducción_historias_de_mujeres
En clase vamos a leer estos breves fragmentos de Eduardo Galeano (de «Espejos», 2008)
Fundación del machismo. La historia de Pandora
Zeus también castigó la traición de Prometeo creando a la primera mujer. Y nos mandó el regalo. Según los poetas del Olimpo ella se llamaba Pandora, era hermosa y curiosa y mas bien atolondrada.
Pandora llegó a la tierra con una gan caja entre los brazos. Dentro estaban, prisioneras, las desgracias. Zeus le Había prohibido abrirla;pero apenas aterrizó entre nosotros, ellas no pudo aguantar la tentación y la destapo.
Las plagas se echaron a volar y nos clavaron sus aguijones. Y así la muerte llegó al mundo, y llegaron la vejez, la enfermedad, la guerra, el trabajo…
Según las sacerdotes de la Biblia, otra mujer, llamada Eva, creada por otro dios en la nube, también nos trajo puras calamidades.
El diablo es mujerEl libro «Malleus Maleficarum», también llamado «El martillo de las
brujas», recomendaba el más despiadado exorcismo contra el demonio que
lleva tetas y pelo largo.
Dos inquisidores alemanes, Heinrich Kramer y Jakob Sprenger, escribieron,
por encargo del papa Inocencio VIII, este fundamento jurídico y teológico de los
tribunales de la Santa Inquisición.
Los autores demostraban que las brujas, harén de Satán, representaban a las
mujeres en estado natural, porque toda brujería proviene de la lujuria carnal, que en
las mujeres es insaciable. Y advertían que esos seres de aspecto bello, contacto
fétido y mortal compañía encantaban a los hombres y los atraían, silbidos de
serpiente, colas de escorpión, para aniquilarlos.
Este tratado de criminología aconsejaba someter a tormento a todas las
sospechosas de brujería. Si confesaban, merecían el fuego. Si no confesaban,
también, porque sólo una bruja, fortalecida por su amante el Diablo en los
aquelarres, podía resistir semejante suplicio sin soltar la lengua.
El papa Honorio III había sentenciado:
—Las mujeres no deben hablar. Sus labios llevan el estigma de Eva, que perdió a los
hombres.
Ocho siglos después, la Iglesia Católica les sigue negando el púlpito.
El mismo pánico hace que los fundamentalistas musulmanes les mutilen el
sexo y les tapen la cara.
Y el alivio por el peligro conjurado mueve a los judíos muy ortodoxos a
empezar el día susurrando:
—Gracias, Señor, por no haberme hecho mujer.